Alfonso Del Olmo. Con la tecnología de Blogger.

lunes, 17 de abril de 2017

"Ven a por tus sueños".

Un buen día y como otro cualquiera el Sol nacía, en el horizonte montañoso aparecía para dar luz y claridad al amarillo otoñal del campo. Tras varios días en la oscuridad debido a la sabia naturaleza de tormentas creadora, truenos y relámpagos que reflejaron la maldad, volvió el frío amanecer despejado. Los habitantes de la pequeña aldea de Luhztenia agradecieron la armonía de los pájaros cantar, una armonía insuperable que ellos tenían la suerte de disfrutar en aquella solitaria montaña. Y sin saber cómo ni por qué, de un golpe de viento la neblina se levantó, de la nada emergía una enorme fábrica que antes ni existía. "Ven a por tus sueños" en la puerta ponía, cerrada con llaves, candados y cadenas al día siguiente se abría para ofrecer sus servicios endiablados al poblado inocente de Luhztenia.

La Fábrica de Sueños en marcha se ponía, trabajadores simpáticos atendían a los clientes llevados por su su curiosidad. De sus grandes chimeneas nubes salían, blancas, rojas, amarillas, verdes, azules o de rayillas.

Por una económica suma de dinero, sueños en cajas y un saco de felicidad te llevabas, no es un mal negocio pues funciona de verdad. Los niños se entretenían cogiendo las nubes amarillas, los adultos se dormían felices y contentos por tener sueños cumpliéndose. La fábrica creó un extraño ambiente, ciudadanos cegados por los sueños, la pequeña aldea de Luhztenia se encontraba encerrada en un cúmulo de falso amor, falsa felicidad y falsa ilusión.

El pequeño niño Eduardo hacia la fábrica corría para recoger su sueño. Se dio cuenta de este demoníaco ambiente, y la mente mágica de niño hacía que lo asociara con un pueblo de marionetas. Sin embargo, fue su sueño el que nunca se cumpliría...
 A la fábrica volvería donde su recibimiento al inicio fue positivo, con toda la amabilidad y simpatía que transmitían los trabajadores que allí a los clientes atendían. "Vine a por mi sueño y mi sueño no se ha cumplido".

A pesar de la permanente sonrisa, amabilidad y simpatía de aquellos señores tan curiosos, no pudieron hacer nada para ayudar a Eduardo, no pudieron hacer nada para que el sueño inocente de aquel niño se cumpliera, no pudieron hacer que todo volviera a la normalidad de antes, la normalidad transparente que había en un tiempo donde esa fábrica no existía.

Al día siguiente volvería la oscuridad, la maldad de los relámpagos y los truenos violentos de la tormenta, el relajante sonido del líquido elemento cayendo del cielo negro. Tras varios días así y como otro día cualquiera el sol volvía a su nacimiento desde el horizonte amarillo anaranjado y montañoso, pero ya no había armonía, los pájaros no cantaban igual, el viento no soplaba de la misma manera. A pesar de la luz y claridad que proporcionaba la estrella de tamaño medio más cercana a este planeta, la pequeña aldea de Luhztenia permanecía en un permanente oscuro ambiente. La fábrica de sueños ya no estaba, se había ido con la ilusión y los sueños de los aldeanos, el pequeño Eduardo estuvo condenado a ver la lenta destrucción de un pueblo que perdió el alma en aquella diabólica fábrica, el pequeño Eduardo que nunca tuvo su sueño cumplido por parte de aquella empresa, que como vino se fue con el mayor botín que podía llevar. La fábrica de sueños robó las almas, la felicidad y la ilusión a sus habitantes. En sus memorias quedarán oculto el recuerdo de la caja colorida procedente de aquella fábrica, el rótulo en la puerta que ponía "ven a por tus sueños" y el producto maldito que contenía la caja, sus propios sueños.