Alfonso Del Olmo. Con la tecnología de Blogger.

viernes, 22 de julio de 2016

La Placetilla.

Volvía a mi casa como un día cualquiera, cogí una ruta diferente a la que normalmente cojo, quien sabe si para intentar llegar antes a mi casa ya que el dojo de mi nuevo club de karate está muy lejos de mi casa. Pasé por una placetilla por la zona antigua del pueblo. Custodiada por 4 viejos edificios altos y una farola en medio. No había nadie, por allí no pasaba nadie, los cuatro edificios tenían pinta de estar abandonados, el viento movía las ramas sin hojas de aquellos cuatro árboles tan viejos como esos edificios,
Me llamó la atención una persona que estaba tumbado en uno de los bancos de esta placeta, señalando al cielo. No le di mucha importancia y seguí con lo mio. Al llegar a mi casa me di cuenta que efectivamente, la nueva ruta es bastante más rápida que la otra y empecé a volver siempre por allí y solo volver, porque por alguna razón psicológica que yo todavía no conozco nunca vuelvo por el mismo sitio por el que voy.
Al siguiente día que pasé por aquel sitio estaba la misma persona, en un banco distinto y señalando al mismo cielo. Me extrañó mucho, con el frío que hacía... como se me ocurrió mirar al cielo, a ver que había. Tan solo la primera estrella visible a esas horas de la tarde donde el sol se acababa de meter y la visibilidad, aunque empeorando, seguía siendo buena, la primera estrella visible en el cielo, la primera estrella que no es una verdadera estrella, sino el planeta Venus, me acordé de mi abuelo, que fue quien me enseñó dónde estaba este planeta cuando asombrado miraba el cielo de niño en aquellas tardes de verano. Pero se movía, hacía círculos en el cielo, no era un planeta. Eché la vista abajo y vi a la persona en aquel banco tumbada y señalando para el punto brillante, que hacía círculos con el brazo. "No es nada" pensé, y como si nada fuera seguí hacia adelante.

La siguiente vez que volví a pasar no había nadie, tan solo el peor de los compañeros en aquellas tardes de invierno, el viento. Aunque no quería mirar para atrás, parecía que tenía la obligación de hacerlo y lo hice. Una figura de ropajes azulones oscuros a la que no se le veía la cara, tan solo una sonrisa y dos ojos muy brillantes. Miré hacia adelante, "No es nada" pensé, aunque estaba empezando a tener un poco, bastante miedo, no podía dejar que me dominase, no iba a dejar que se me notase, volví a mirar para atrás, no había nada, y como si nada fuera, seguí hacia adelante.

Cabezón que era yo, que no tenía otro camino por el que volver que aquel, el más rápido. Esta vez aquella extraña figura no estaba en un banco, detrás mía, subido a uno de aquellos viejos árboles sin hojas y con sus ojos brillantes que no dejaban de mirarme, de vigilarme. "No es nada" pensé, y con paso firme y como si nada fuera seguí hacia adelante.


Llegué a mi casa, cuando me quise dar cuenta la sangre resbalaba por mi espalda, tres grandes heridas abiertas que no sabía de donde habían salido. Me puse una venda como pude, tantos años jugando al Metal Gear Solid habían servido para algo. Al día siguiente se me ocurrió buscar por Google Maps la placetilla por donde había pasado los anteriores días, donde una extraña figura me vigilaba, donde sin tocarme la camiseta me había hecho tres grandes heridas verticales que me proporcionaron un dolor insoportable. Me llevé la sorpresa de mi vida cuando no encontré la maldita placeta. Cuando quise volver a pasar por allí no estaba, no la encontraba... Nunca supe lo que pasó aquellos días, pero la tres marcas de mi espalda son la prueba de aquello no fue un sueño, pero como si nada fuera seguí hacia adelante.

domingo, 17 de julio de 2016

Iron Maiden, Barclaycard Center Madrid 2016.



En su extensa gira mundial The Book of Souls, la banda británica de heavy metal llegaba por fin a la la capital española. Un miércoles 13 de julio, miles de heavys se agrupaban en la zona que rodeaba al pabellón donde juega el Real Madrid de baloncesto, el inmenso Barclaycard Center donde iban a tocar esa noche los que son los mas grandes de este género musical. 

Esperando impaciente en la cola para entrar al pabellón, me sorprendía la cantidad de camisetas del The Final Frontier, disco sacado por Iron Maiden en 2010. Aunque la mayoría llevaba camisetas del The Book of Souls, mucha gente llevaba camisetas de otras bandas como Motorhead, AC/DC, etc. Yo llevaba la camiseta del disco The Number of the Beast (1982), posiblemente el mejor disco de Iron Maiden, aunque si la hubiera tenido me hubiera puesto la del último. Sean de lo que sean, el color de estas camisetas coincidían en todas, el negro como signo de identidad del heavy.

The Raven Age.
La cola era muy larga, pero aquello avanzaba muy rápido. Sin darnos cuenta ya estábamos dentro delante del gran escenario. Colgaban unas lianas, decoración del último disco de Iron Maiden, dibujos con la misma decoración y la cara del Eddie en medio del circulo gigante que portaba luces en lo alto del escenario. El cartel de fondo de The Raven Age hacía mas pequeño el escenario, lo demás estaba cubierto por unas mantas negras. No tardó mucho, cuando de repente se apagaron todas las luces y allí estaban los teloneros. The Raven Age, que cantaron varias canciones y calentaban el ambiente. Teloneros de lujo pensaba yo, me gustaron bastante y aunque en aquel momento no lo sabía, el guitarrista es el hijo de Steve Harris, bajista, líder y fundador de Iron Maiden. Cuando se fueron, agradecieron nuestra asistencia. Todavía faltaba mucha gente porque no estaba lleno ni de lejos. Pero se acercaba la hora, no cambia ni un alfiler. Comenzó a sonar el Doctor Doctor. La gente gritaba, mi hermano pensando: "pero si todavía no ha salido nadie, ¿no?". Doctor, Doctor pleasee!! Mientras saltábamos.



Se acabó el doctor doctor, se apagaron todas las luces, salió en las pantallas la introducción. El avión, Ed Force One, atrapado en un bosque por unas lianas, quiere salir de allí, entonces sale una mano roja de debajo de la tierra, "Eddie" pensaba. Coge al avión como si de papel fuera, lo saca de las lianas y lo lanza. El avión vuela, la gente enloquece. Se encienden los focos blancos y comienza If Eternity Should Fail, canción que abre también el The Book of Souls. Bruce Dickinson se encontraba de espaldas a nosotros, con una sudadera negra con la capucha puesta, Cuatro pequeñas columnas encabezadas con sus respectivas llamas de donde saldrían los fogonazos pocos después. Y salieron los demás y comenzó el Metal, el espectáculo. Manos arriba con los cuernos heavys y botando!

Intro + If Eternity Should Fail

Speed of Light era la siguiente, sin descanso entre una y otra. Después de esta, dijo algo el cantante Dickinson, que yo al menos no pillé nada, lo que no me impedía gritar. Children of the dammed, es lo único que entendí, la próxima canción y la primera de las clásicas, esta del 1982 perteneciente al disco cuya portada se presentaba en mi camiseta aquella noche. El oe oe oe Maiden Maiden... que hizo sentar a Dickinson antes de Tears of a Clown. Jannick Gers jugaba con su guitarra, la tiraba por los aires, le daba tantas vueltas que parecía que se iba a escapar volando. The Red and the Black fue una de mis favoritas, los focos rojos y el gran Steve Harris abriendo y cerrando la canción. The Trooper... sin palabras, el soldado británico que ondea la bandera de su país, con ese traje rojo típico, Dave Murray haciendo el solo, toca muy rápido pero da la sensación de que va a cámara lenta.

En Powerslave cantaba anónimamente el poema trágico del esclavo. Con una máscara que le ocultaba la cara y me recordaba al mítico luchador Rey Misterio. En Death or Glory se convertía en el mono, rey de la selva. En la canción siguiente, que le daba nombre al disco, apareció el Eddie, rascándose el culo y peleándose con Jannick Gers mientras tocaba la guitarra. Bruce Dickinson procedió a arrancarle el corazón, que luego tiró a la marea de gente que estaban flipando de verlos. En Hallowed be thy name, Dickinson era el suicida, con una orca al cuello.


Hallowed Be thy Name
Powerslave











Fear of the dark, mi favorita. Me la pasé botando como cual bolo de goma. Iron Maiden, la doncella de hierro, salió el Eddie gigante en el fondo del escenario. En The Number of the Beast salió la bestia, también gigante, yo lo veía en el lado derecho del escenario, En Blood Brothers, el fondo eran puntos de luces blancas, el cielo por la noche es lo que pensaba yo. El círculo que portaba luces, antes mencionado, se puso enfrente de nosotros. Wasted Years era la última, la canción de Adrian Smith y de las pocas canciones que yo me sé completamente en inglés. Pude escucharlo cantar un poco a este guitarrista, canta muy bien. En un momento parecía que Bruce Dickinson le quitaba el micrófono.


Nicko McBrain tiraba los parches de su batería, también sus brazaletes naranjas y sus baquetas. Adrian Smith hacía lo propio con las púas. Se despidió el batería McBrain, el más viejo de los seis que componen el grupo. 64 años, oe oe oe Maiden, Maiden... Al día siguiente tocarían en Sevilla. Y es que parecen personas normales, tienen ojos, piernas y brazos, pero no son personas normales. Recordemos que la banda tiene 41 años, y los componentes tienen 60, algunos más como McBrain, otros menos como Dickinson (57). Sin embargo tocan como el primer día. Yo no los pude ver en los 80, pero los he visto en 2016, mi primer concierto Heavy, mi primera vez con Iron Maiden.

Salimos por las salidas de emergencia de las esquinas. Se escuchaba a la gente decir: "Que buenos que son". "Impresionante". "Son los mejores, que conciertazo". Yo salí diciendo, "Volveré a verlos". El heavy metal más clásico, más auténtico. Los mejores guitarristas del mundo, el mejor bajista, el mejor cantante y uno de los mejores baterías, la mejor banda, La Doncella de Hierro. Mi primer concierto heavy, el más grande, el de los mejores, Aquí lo dejo por escrito en el inmortal internet. Un 13 de Julio de 2016, el día que vi por primera vez a los Iron Maiden. "Volveré a verlos".